Sus trabajos de investigación han tenido una gran trascendencia a nivel mundial y muchos lo consideran como un inventor. Su nombre completo era Simon Smith Kuznets, un apasionado de la estadística y del estudio de las series numéricas, en aquellos lejanos tiempos en los que no existía la calculadora. Nació a principios del siglo pasado (en lo que ahora es Bielorrusia); de ascendencia judía, se vio forzado a emigrar junto con su familia a EE.UU en la época de la Primera Guerra. Allí profundizó en sus estudios de econometría, lo que le valió conseguir en 1971 el Premio Nobel en Ciencias Económicas por su interpretación empírica del crecimiento económico.
Para comprender mejor la propuesta de Kuznets, hay que situarse en el escenario de la década posterior a la Gran Depresión de 1929, un duro periodo que guarda muchos paralelismos con los tiempos actuales. Básicamente, estaba tratando de entender qué había pasado para evitar que sucediera otra vez. Se le ocurrió cómo calcular el PIB de un país de forma precisa y consistente. Aunque realmente no se le puede atribuir la invención del PIB, lo que sí está claro es que su trabajo fue determinante para identificar las fuentes óptimas de datos y el perfeccionamiento de la metodología de cálculo para su determinación.
El PIB mide básicamente el valor de los bienes y servicios obtenidos en un periodo de tiempo determinado, posibilitando la estimación de la riqueza y el crecimiento que experimenta un país. Es una herramienta esencial a la hora de hacer un diagnóstico, establecer prioridades y formular políticas económicas a todos los niveles.
Pero, ¿qué pasaría si el PIB estuviera equivocado? Pues que se tomarían malas decisiones. Cuestiones trascendentes para los países, empresas y sociedad se deciden a partir del PIB, además de muchísimas variables que se derivan del mismo, como la renta per cápita, por ejemplo. Imaginen que se decide invertir menos en determinados sectores industriales, simplemente porque los correspondientes apartados del PIB no recogen de forma razonable el valor de aquellas partidas. Eso podría tener consecuencias muy graves en el futuro.
En tiempos de Kuznets, la producción era eminentemente agrícola e industrial, por lo que el PIB se ha ido adaptando lentamente a los cambios de los modelos productivos. En la era digital, la creciente importancia de la producción de bienes intangibles, como el I+D, entraña más dificultad a la hora de valorarlos. De alguna forma, se podría afirmar que estos intangibles representan para la economía del conocimiento lo que las máquinas eran para la economía de la manufactura.
Se estima que en EE.UU. y el Reino Unido, en el año 2010, ya se invertía más en capital intangible que en tangible. Muchos de estos temas afectan a la industria y a la tecnología de manera muy especial. El auge de las TIC tiene un impacto sensible sobre los bienes y servicios producidos y parece no quedar del todo reflejado con las métricas tradicionales.
La teoría económica define inversión como lo que se gasta hoy en bienes y servicios para aumentar el stock de capital que, con inercia de por medio, se traducirá en la producción de mañana. La acumulación de ese capital intangible implicará mayor capacidad de producción en el futuro.
En el pasado mes de septiembre se introdujo la última modificación para el cálculo del PIB en España, en línea con otros países. Como consecuencia de esto, nuestro PIB en el 2013 aumentó en un 2,5% y el déficit público se recortó en 3 décimas con respecto al cálculo anterior; de la noche a la mañana, pasamos a ser más ricos.
Un cambio importante introducido es que se reconoce el gasto en I+D y, por extensión, la propiedad intelectual, como una inversión; un stock de capital intangible que podrá ser utilizado repetidamente en los procesos de producción. Otras partidas de la propiedad intelectual, como las patentes o el copyright, también se consideran como inversión.
Adicionalmente, se incluye en el nuevo cálculo los gastos en armamento y ciertas actividades ilegales. Estas últimas representaron nada menos que hasta un 0,87% del PIB de España en el 2010 (prostitución un 0,35% y tráfico de drogas un 0,5%).
Los intangibles son difíciles de estimar, hay muchos y son heterogéneos; solo una parte de ellos se incorpora en el nuevo método de cálculo del PIB. Pueden dividirse en cuatro categorías distintas: información digitalizada, propiedad intelectual, capital humano y competencias económicas. Especialmente en este capítulo de competencias económicas, aún queda por hacer. Por ejemplo, no se incluyen los procesos productivos ni los modelos de negocio.
Se supone que la relevancia que tenía el tradicional capital tangible (y su productividad derivada) podrían haberse sobrevalorado sensiblemente en los últimos años, lo que hubiera propiciado una inversión en intangibles inferior a la óptima. Por ejemplo, Erik Brynjolfsson (MIT Center for Digital Business) estima que un dólar invertido en capital tecnológico se traduce en 10 dólares de valor comercial, mientras que la relación es muy inferior cuando esos recursos se destinan a capital tangible. No obstante, también matiza que la inversión en tecnología es altamente productiva cuando en las empresas se introducen los cambios organizativos adecuados.
Según algunos especialistas, un caso urgente a valorar en este grupo de intangibles sería el efecto de la gratuidad en el cálculo del PIB. Hablamos de muchas actividades que mayoritariamente se llevan a cabo por Internet, sin intervención de transacciones financieras; obviamente, son difíciles de medir. Piénsese en las redes sociales (Facebook, etc.), servicios de valoración de los usuarios (TrypAdvisor, etc.), telefonía (Skype, etc.) o consulta (Wikipedia, etc.), por ejemplo. Estamos acostumbrados a utilizarlos sin pagar pero, posiblemente, si nos retiraran esos servicios, estaríamos dispuestos a pagar algo por ellos. Además, se han potenciado nuevas formas de autoproducción que también aumentan este efecto en el PIB.
Todo esto supone que en los últimos 10 años, el precio de ciertos bienes y servicios se ha reducido de forma drástica, con la peculiaridad de que aparentemente su producción habría caído, pero en cambio el consumo habría aumentado y la satisfacción de los usuarios también. Brynjolfsson estima que entre 2007 y 2011, la utilización de servicios digitales gratuitos ha aumentado el bienestar de los norteamericanos en 0,74 puntos porcentuales de media sobre el PIB.
Estos y otros datos hacen sospechar que las cuentas nacionales omiten una parte considerable de la inversión en intangibles y que más de la mitad de esta ingente inversión estaría fuera de las mismas.
Kuznets murió en 1985, pero en los últimos años de su vida se interesó por las interacciones entre ciencia y tecnología que podrían favorecer las innovaciones, además de otros aspectos que hoy están de exasperante actualidad, como el impacto que tiene el clima moral y político sobre el progreso y el crecimiento económico. Posiblemente, si aún estuviera en activo, se hubiera implicado en inquirir cómo recalcular el PIB de una manera más fiel a la realidad, intentando reflejar el efecto de las nuevas tecnologías en este influyente indicador.
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