Cada final de año acostumbra a tener lugar la convención de las Naciones Unidas sobre el clima, a la vez que se hace público el World Energy Outlook, un estudio prospectivo que realiza anualmente la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
En el de 2013 se presentaban previsiones para hasta 2035 que quizás puedan no ser especialmente sorprendentes, pero en cierta medida sí inquietantes.
Según el estudio, el consumo mundial de energía va a aumentar un tercio más de aquí a 2035 debido fundamentalmente a China, India y Oriente Medio, solo un 3% de incremento en el caso de los países occidentales.
Dado que según este estudio las energías primarias utilizadas serán fundamentalmente carbón, petróleo y gas, ello significa que las emisiones de CO2 debidas a la energía, que eran de 32 gigatoneladas en 2011, pasarán a 37 en 2035.
Según una gran mayoría de expertos (no todos), esto significa que a finales de siglo, el incremento de las temperaturas medias será de unos 3,6º C respecto a la era preindustrial, casi el doble de los 2º C estimados como soportable y a los que la comunidad internacional se ha comprometido a no sobrepasar. Todo ello teniendo en cuenta los esfuerzos de reducción a que se han comprometido los países desarrollados y emergentes.
Ante este panorama, la energía nuclear parece volver a ser centro de especial atención. Tokio ha decidido reiniciar los reactores cerrados tras la debacle en Fukushima Daiichi hace tres años y Pekín está apostando por la energía nuclear para combatir la contaminación. "Antes, el Gobierno estaba interesado en la energía nuclear por la escasez de energía, ahora está más interesado por la contaminación”, afirma en un periódico de Honk Kong Li Zhong, un científico que trabaja en proyectos nucleares.
Y es precisamente con la intención de reducir la dependencia de los combustibles fósiles que el Gobierno chino ha adelantado la fecha límite para construir un primer reactor de torio, un elemento radioactivo y del que China tiene grandes yacimientos. “El problema del carbón es que si el consumo medio de energía por persona se dobla, el país se asfixiará", ha dicho Li. “La energía nuclear ofrece la única alternativa al carbón, y el torio es una fuente de esperanza".
¿Torio en lugar de uranio? La verdad es que otros países como Estados Unidos ya experimentaron hace tiempo con reactores de torio, pero abandonaron estos intentos. Es cierto que si bien algunos expertos afirman que dicho abandono fue debido a limitaciones tecnológicas y de ingeniería, otros sugieren que fue por la necesidad del plutonio residual del uranio para producir armas nucleares durante la Guerra Fría.
En todo caso, parece que el interés por el torio ha revivido en los últimos años no solo en China y que hay proyectos de investigación en varios países, como Francia o Estados Unidos.
La verdad es que si antes de Fukushima la energía nuclear no parecía la mejor solución para la sustitución de otros combustibles causantes de la contaminación atmosférica, después de aquel desastre se convierte en la peor de las soluciones.
Hace ya tres años que las autoridades y las industrias japonesas buscan soluciones para asegurar el control de la planta de Fukushima Daiichi y para descontaminar las tierras circundantes. Según informaciones aparecidas en la prensa internacional, hay propuestas tecnológicas completamente nuevas. Una de ellas: utilizar los rayos cósmicos para rastrear el combustible fundido. Los corazones de los reactores dañados se han derretido parcialmente y el material resultante es el corion -una mezcla de combustible y metales- y parece ser que es uno de los elementos más difíciles de tratar , pero la primera dificultad es localizarlo. Pues bien, científicos japoneses de las Universidades de Tsukuba y Tokio proponen utilizar los rayos cósmicos para aliviar este problema. Parece ser que los muones, partículas elementales presentes en los rayos cósmicos, pueden atravesar toda la zona contaminada pero son detenidos por materiales densos como el corion.
Otra de las propuestas, en este caso frente a la contaminación masiva de la tierra y del Océano Pacífico, es la de crear una pared de hielo a 30 metros por debajo de la planta mediante la inyección de nitrógeno líquido que evitaría la migración de las partículas radioactivas. Este proyecto parece que ya está en marcha y lo valoran en unos 360 millones de euros.
Por otra parte, la Agencia Espacial de Ucrania y la Universidad de Tokio han firmado un acuerdo para llevar a cabo un programa de monitorización del espacio de las emisiones radiactivas alrededor de la planta de Fukushima y Chernobyl . El proyecto consiste en implementar ocho pequeños satélites en órbita de unos 50 kilos y 60 centímetros de diámetro que serán diseñados por Japón y estarán ubicados a 600 km de altitud para tomar fotos de las áreas alrededor de las plantas cada dos horas. Los satélites se pueden acoplar a sondas para la medición de la radiactividad situadas en la planta. En este caso, el despliegue está previsto ya para este año.
Rayos cósmicos, plataformas heladas, satélites en órbita... son solo algunos de los proyectos. No se puede negar que los accidentes agudizan el ingenio, pero también dejan tras de si a miles de víctimas y costes incalculables. Que nadie me diga que la energía nuclear es barata.
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