Nuestra salud, el envejecimiento de nuestro organismo o el estado de nuestras células parece que son objeto de especial interés de los gigantes de la web. Acabo de leer en la prensa especializada que Google está particularmente activa en buscar soluciones para prolongar la vida o, por lo menos, para aumentar nuestras capacidades intelectuales. Pero Google no está sola. Apple, Microsoft e IBM están invirtiendo también en un campo que, en principio, no parece que sea el suyo: la medicina.
“Si me preguntan si será posible vivir hasta 500 años, mi respuesta es sí”, ha dicho recientemente Bill Maris, quien está a la cabeza de Google Ventures, la rama de capital riesgo de la compañía de Mountain View.
En todo caso -y dejando aparte afirmaciones sensacionalistas- parece que realmente Google no teme introducirse en lo que se ha dado en llamar transhumanismo (perdonen el palabro), una controvertida corriente de pensamiento de la que se habló bastante allá por la década de los 90 y que creía olvidada. Se trata de la afirmación de que las capacidades del ser humano pueden aumentar gracias a las tecnologías de siglas NBIC por “Nanotecnologías, Biotecnologías, Informática y Ciencias cognitivas”. El principal representante de esta corriente es Ray Kurzweil con sus libros “La era de las máquinas inteligentes” y “La era de las máquinas espirituales”, llenos de predicciones sobre el futuro a partir de su Ley de Rendimientos Acelerados, según la cual en el momento en el que un ámbito de la ciencia o la tecnología se convierte en información, se acelera y crece exponencialmente. Este científico, por ejemplo, predijo hace tiempo que los nanorobots serían usados para tareas de mantenimiento del cuerpo humano y para aumentar sensiblemente la esperanza de vida.
Pues bien, desde diciembre de 2012, Ray Kurzweil ocupa en Google el cargo de responsable de ingeniería, lo que parece venir a confirmar el interés de esta empresa por el transhumanismo.
De todos modos, hay que señalar que este entusiasta de la tecnología y del futurismo, al igual que otros como Elon Musk, Stephen Hawking o Bill Gates, no ha dejado de enfatizar sobre los potenciales peligros de la nanotecnología, señalando que la idea clave para una regulación en este aspecto exigiría asegurarse de que el progreso científico proceda de forma segura y rápida, aplicando este razonamiento a la biotecnología, la inteligencia artificial y la tecnología en general.
La verdad es que el desarrollo tecnológico siempre ha sido objeto de polémica y ahora esta es aún más viva si cabe.
Recientemente, la firma de Mountain View ha presentado una patente describiendo un peluche conectado y lleno de sensores. De este modo, el juguete es capaz de intercomunicarse con sus utilizadores a la vez que podría también ser utilizado como un telecomando universal para pilotar los otros objetos comunicados de la casa. Richard Wayne Davaul, uno de los creadores del proyecto, señala que la patente viene a subrayar el compromiso de Google para hacer de este nuevo y “simpático” objeto conectado un dispositivo para favorecer que sea adoptado por todos los habitantes de la casa, incluyendo a los miembros más jóvenes de la familia.
Como se decía, los nuevos desarrollos tecnológicos siempre han desatado polémicas, de modo que también este juguete, por poco revolucionario que sea, ha abierto debate. A pesar que Google no ha precisado aún si el proyecto será objeto de comercialización, este Teddy Bear 2.0 ya ha sido objeto de numerosas y apasionadas críticas. Unas de carácter pedagógico y otras sobre los peligros para la protección de datos. En un artículo de la BBC se señalaba que el Centro para la Democracia y la Tecnología ha reaccionado enérgicamente a este anuncio. Este grupo de investigación para la protección de los niños en los Estados Unidos cree que, de hecho, los padres deben estar especialmente atentos en los próximos años sobre este tipo de juguetes que Google vende o tiene en proyecto, agregando que, en todo caso, las empresas responsables deberían ser totalmente transparentes acerca de qué información se recogerá a través de estos dispositivos.
Obviamente, el transhumanismo va mucho más allá de este peluche conectado, pero es una buena muestra de cómo afortunadamente la sociedad está cada vez más sensibilizada frente a determinados desarrollos. De todos modos, el progreso no puede detenerse y cabe preguntarse si cualquier intento por retrasarlo no hará que avancen más las tecnologías dañinas que las defensivas y beneficiosas para los seres humanos.
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